domingo, 4 de marzo de 2007
DE LAS CARTAS
(A William Saroza)
Los amigos tienen bastante de verdugos y egoístas.
Lo sé por experiencia.
Fácilmente aguardan en sus sitios más cómodos
la correspondencia constante, la mentira cotidiana
para enhebrar el sueño,
y al mismo tiempo distribuyen las suyas con orgullo.
Así que no hay motivo de vergüenza;
no dudes en dar fuego a mis cartas
que eso queda en familia,
y es demasiado novelesco guardarlas
con esas “cosas grandes” que habrá que releer
hasta después de muertos.
Quémalas, que en diciembre hace falta calor,
mucho más si estás solo,
sin una hermana que dibuje poemas de memoria.
Pero por favor no espantes los caballos del humo,
que trotan a la luna
y mañana serán viento de agua.
Incinéralas, que yo me cago en el destino
y soy feliz de imaginar tus ojos
azulando la hoguera,
seguro de que aun en las cenizas
darán saltos al corazón caliente
una palabra mansa
o una broma.
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