viernes, 4 de agosto de 2006
LA MÍNIMA SEÑAL
I
Aguas desbordan en tu cuerpo,
voces traslúcidas, migajas de noviembres.
Y yo amanezco de tronco,
de saudade, estrépito sin nombre
y busco inútilmente mi puesto en la corriente.
II
Eres tú, una esperanza singular,
el humo que escapa del resuello
a ser animal de otros y aguacero y sollozos.
La brisa, la esencia de la tierra
y hasta el hambre, las astillas,
la sonrisa que asciende con la primera llama.
III
Los vientos invierten su ruta cuando arribas.
Sin compases me encuentras, vences mi monte,
reposas como ave.
Cambias -pierdes- el norte: soy un espectro
al resistero: no hay forma de evadir mi trampa.
IV
Tus ojos tienen miedo a regresar.
Los míos temen amanecer cerrados.
Mirémonos aquí,
que juntos podremos tramontar la noche.
V
Un beso es la cópula posible,
el borde cálido en que nos arriesgamos
a descifrar las estridencias interiores,
la música para vencer caprichos fósiles
y el remolino donde rompe el tremor de la carne.
VI
Tus manos tienen mucho que decir.
Suéltalas a mi lado como espejo
que yo presagio en ellas
el horizonte de caudalosos ríos.
VII
Tus muslos son los primeros megalitos,
eres todo el paisaje de la tierra/ y apareces frente a mí
para hacerte mi ídolo, y me arrodillo
y abrigo selvas en un beso.
Eres la tierra indivisible, y en tu rincón más fértil
pongo mi sexo a germinar como menhir.
VIII
¿Dónde acaba el retozo, mujer disfraz,
mujer de risa viento?
Dónde esperan por mí tus otros hombres
a descubrir el fuego y las nostalgias.
Voy a morir
y exijo que me borres.
¿Amanecerá de nuevo en tu recelo?
¿O seré sólo una mínima señal?
NOTA: Este poema me llevó a un Encuentro Nacional de Talleres Literarios. Por él conocí el paisaje insospechado de Topes de Collantes, aún en mi memoria, a hijos de su madre y oportunistas de la talla de Raúl Rivero, y a gente como William Zaroza y Sigfredo Ariel, ellos mismos la poesía, la amistad en persona.
(De Fuera de set, Rio de Janeiro, primavera de 2004)
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