Está distante.
No distinguimos ni siquiera el humo,
la cal de las paredes.
No es precisamente una casa:
la trazamos de noche para fríos
o cuando alguna tregua
porque no está bien
abdicar de las heridas.
La casa está distante.
Nadie sabe a qué hora.
Ni quién pondrá a cocer el plato inaugural,
quién librará de polvo las paredes.
Valga que somos muchos
y alguno habrá decidido a llegar,
abrir las puertas
y quedarse.
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