(De Jesús, no Cristo)
Tuya es la noche, amigo mío;
este pedazo de viajeros borrosos
ensartados a la vigilia como espigas.
Tuyo el recuerdo de los muertos,
los pleitos de mamá;
tuyo el arroz amarillo desde el pueblo.
De ti el susto de la cena,
el egoísmo de mi séptimo café mezclado.
Noviembre ridículo
y una dirección prestada donde hallarme.
En tus manos dejo el contorno de los míos,
que son pocos pero a prueba de años.
Y dejo el fragmento de adioses que te toca.
Acuérdate de mí, Jesús,
y no temas la muerte de tus ojos.
Que habrá un montón de noches
hasta el próximo sábado.
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