Allí vive el amor;
ébano luz el horizonte intacto
y atrás el planeta
de las flores silvestres.
Allí aguarda el amor, mío,
a que yo pase,
a que caiga en el cepo
de su balcón abierto;
a que yo vuelva
y deje al viento payaso del adiós
mover
sin rumbo
su ansia nido de oropéndola.
Allí se queda el amor.
Porque es noche, y llueve
y tengo miedo que el oscuro
me deje manco.
Allí se queda,
huérfano de mí hasta mañana.
Hasta quedarme solo yo también
a la orilla del sueño
y para no morir
evoque una mano organizando guerras
por la pendiente de mi espalda
y entreabra sordos mis labios
y lo deje matarme
de una vez.
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