miércoles, 26 de septiembre de 2012

LAS VISITACIONES


Vendrán por mí, desfavorables,
disfrazados aún; ángeles del mal olor
van a llegar borrachos como las hormigas voladoras del verano.
Y mi mano caliza no alcanzará la luz para apagarla:
descubrirán entonces que no soy recuerdo
que conservo la espalda
que algo se desenreda en mi lugar como una rosa.
Descubrirán que no estoy solo:
a sus ojos quemados por el frío,
se alzarán mis pichones hasta quebrar de música mi cuarto.
Descubrirán que ya no estoy donde una noche honda, abandonado.
Que yo no era su semilla,
que no se haría el rocío sobre mí.
Y no podrán también donarme sus señales de vueltas.
Y yo veré la pena correr contaminada desde sus uniformes.
Y el resplandor robado de las armas
y algunas órdenes precisas.
Nos miraremos como estatuas vecinas
indiferentes a la luz
y a los gorriones.
Nos miraremos sin vernos:
cuando lleguen será tarde una vez más:
ellos, con el poder al hombro como un falso botín
y otra gacela muerta encadenada
no seguirán sino su frágil camino de regreso.
Y yo no seré yo:
no volverán a cerrarse las puertas de mi horizonte
y de mi rabia.
Algo saldrá detrás de mí
entre el sollozo y la guitarra
hasta otras manos igual de corazones
y de piedras.
Algo.
Todo se irá detrás de mí.
Y ya no habrá fronteras
ni espíritus armados, ni quien piense en un golpe
desfavorable, un día.
Cada locura tendrá su loco en mi país.
Y para siempre. 

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